Me desconcierta este vacío. Me toca los huevos. No puedo evitar sentirme débil cada vez que necesito algo de alguien que, irremediablemente, no moverá montañas por mí. Por mucho que quiera exprimir al máximo las emociones y pongo el corazón a cada momento y asegure no esperar nada a cambio, a veces, soy víctima de mi propio espíritu. Ese afán por enriquecerme espiritualmente pasa factura, en ocasiones.
Cambiaría esta sensiblidad por una confortable y feliz ignorancia, os lo aseguro. Al menos, en noches como esta.
Dicen que piso fuerte allá por donde voy y que, persona que me hace un hueco en su vida, persona en la que dejo huella. No sé si será cierto, pero os aseguro que lo que pisoteo es mi entereza. Y es algo inevitable, algo que tendré que sorportar siempre.
Algo que odio y realmente me desconcierta de sentir tantísimo demasiado pronto, de abrirme el pecho y entregar mi corazón a personas que ni siquiera lo quieren o lo merecen, es el hecho de que, tarde o temprano, esa persona tomará un camino distinto al mío y, algún día, no seremos más que conocidos que se saludan por compromiso. Me parece una broma de esta absurda vida el sentir tanto por una persona un día y nada al día siguiente.
Pero sin duda seguiré con la vida que llevo, pues es lo que me hace especial. Seguiré apurando cada granito de arena, como dijo Aute, exprimiendo cada circunstancia emocional en la que me encuentre. Y es que me encanta que la vida me tienda la mano y yo, descarado, como siempre, agarrarle el brazo.
Me voy a la cama. Adios, cabrones.
Viva la vida y el espíritu romántico!
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