Un largo camino que hay que recorrer; desde ahora hasta el fin.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Emoción.

 Rara vez no descansa la emoción sobre un nombre, sobre un lugar, sobre una fecha. A veces, perdida en el infinito viaje de nuestros recuerdos, anda perdido el ticket de recibo de algún que otro crujir de estómago, de un repentino escalofrío, de un ligero temblor de piernas. Pero raudos viajamos hasta ella, sorteando obstáculos: nimiedades, papeles en blanco. Todo recuerdo está imprimido de emoción y toda emoción posee un sustento material que, lejos del concepto más generalizado de tal palabra, puede ser una persona, una brisa, un olor, el tacto de una superficie concreta, un lugar. Y aquí comienza la verdadera aventura de nuestra persistencia emocional, para bien o para mal: casi siempre perdemos el sustento, el lugar, el tacto, el olor, la brisa... Pero persiste la emoción subyacente. Y he ahí, en mi opinión, el detalle más significativo de la existencia humana: la emoción siempre sobrevive, y aceptar la fuerza arraigada y la resistencia del impulso orgánico es un paso de gigante hacia la sensatez y la coherencia para con nosotros. Jamás nadie me arrebatará la convicción de vivir la vida lo más cerca que me sea posible de la calidez y de la significación, pues ya suficiente terreno árido tenemos que pisar en estos tiempos como para secar también nuestras entrañas. Y aceptaré lo que venga y recordaré con gusto lo ya pasado pues ninguna experiencia emocional es en vano. Y trataré de guardar siempre los tickets para seguir acumulando experiencia. Rara vez no descansa la emoción sobre un nombre, sobre un lugar, sobre una fecha.

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