Un largo camino que hay que recorrer; desde ahora hasta el fin.

martes, 9 de noviembre de 2010

Las churrerías deberían abrir por la tarde.

En realidad, nada tiene que ver la entrada con churros.
El caso es que, a mí y a mi hermano se nos antojó, hace un rato, comer churros. Fue como una iluminación, se nos vino de repente. Yo ya había sacado el puré de patatas para prepararlo (es lo único comestible que me queda), cuando se nos ocurrió. Así que, ilusionado y con la boca hecha agua, bajé corriendo para ir a la churrería que hay a dos pasos de mi casa. Como es normal, estaba cerrada. Pues que sepa el dueño que, por la tontería de no abrir por la tarde, ¡acaba de perder dinero!
Lo guay de la historia es que, a la vuelta, un viejo me ha llamado gritando, ha corrido hacia mí y hemos mantenido una conversación:

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! ¡Eh!¡Chico, chico!

(Por cierto, el viejo estaba como una cuba).

-¿Sí?

-¿Dónde vas?

-A mi piso, es este de aquí.

-Ah.

-¿Y usted?

-¿Yo? Yo... eh, em... ¿Yo? A aparcar el coche. ¿Y tú?

-Eh... a mi piso.

Acto seguido, me ha ofrecido un cigarro. Tenía mucho hambre y mi hermano me esperaba ansioso arriba, así que le dije "gracias, pero otro día". Me dijo que vivía aquí, justo en el bloque que esta junto al mío, y le prometí que pronto nos veremos otra vez y que charlaremos si le apetece.
¡Pero qué agradables son los viejos cuando estan pasados de copas!

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