Un largo camino que hay que recorrer; desde ahora hasta el fin.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Hoy vuelvo a sentirlo.

Como la luz del sueño que no recuerdas cuando despiertas… así me siento yo.

El otro día soñé que volvía a ser quien era. Soñé volvíamos a ser quienes éramos. Aquellos jóvenes eufóricos, llenos de ilusiones y preciosas metas, sueños, aspiraciones. Aquellos jóvenes que repetían una y otra vez “tío, en Kansas está nuestro lugar…”, “tío, nos deshacemos de nuestras obligaciones, estudios y demás, y nos vamos a buscar el lugar donde verdaderamente nos sintamos vivos”. ¿En qué momento deja un hombre de soñar?

¿En qué momento dejamos de imaginar? En qué momento perdimos la inocencia…

Hemos sucumbido. Hemos sido derrotados por todo aquello que odiábamos, todo aquello que rehuíamos tiempo atrás. Hemos sido consumidos por la monotonía, por la desesperanza de una vida vacía, rutinaria, muy lejos de dónde queremos, de lo que queremos. Nada es como debía ser.

Sin dar más explicaciones (quien sepa de quién hablo me entenderá) hemos caído todos en nuestras debilidades, nuestro talón de Aquiles. Nos ha faltado el apoyo, las ganas, la fuerza que nos transmitíamos en aquellas interminables tardes en las que nuestra única obligación era soñar, soñar y soñar… Nada importaba quién, nada importaba qué, nada importa dónde… Éramos nosotros, lejos de toda esta vida y esta sociedad estereotipada en la que ahora nos ahogamos. ¿Qué ha sido de todo eso? ¿Murió realmente o sólo espera, acorralada y agonizante en una esquina a ser rescatada? ¿Volveremos a ser valientes?

Tengo nuevas metas y nuevos propósitos cargados de ilusiones. Caminos menos abruptos y cuestas menos empinadas que poder subir sin dificultad. He de reconocer que he enterrado parte de mi esencia, la he sacrificado por un fin que ni yo tengo claro, realmente. Confío en que poco a poco vuelva a resurgir, confío en que volvamos a resurgir, que sintamos eso tan importante y tan olvidado y menospreciado por casi todos: sentirnos bien con nosotros mismos. Ha perdido color nuestra vida. Y no estoy dispuesto a quedarme de brazos cruzados mientras veo cómo sigue sucediendo.

No sabe cómo me parte el alma mirar vuestros ojos y verlos sin brillo. Es realmente doloroso. No sé si soy el único que se percata de esto que está ocurriendo. ¿Es esto la madurez? ¿Es esto la vida? No, señores. No la mía. No la nuestra.

Tengo que pedirme disculpas. No sé si podré perdonarme por tantos actos suicidas que he cometido durante tanto tiempo. En muchísimos ámbitos, lo he tenido todo de cara y lo he tirado por la borda. No sé si me falta valentía o me sobra miedo, pero el caso es que no he sido capaz de hacer frente ni a problemas ni a bendiciones. He optado por una vida plana, completamente vacía y tranquila, cosa para la que yo no sirvo, me pudro en la tranquilidad, me marchito. Somos flores que necesitan de ilusión y dinamismo.

¿Sabéis que es lo que más me preocupa? Hace tiempo que no me siento triste. Eso es lo que verdaderamente me desconcierta, ¿es que he dejado de sentir? ¿Es que he dejado de ser Yuste?

Todo va a cambiar. Os lo prometo, volveremos a vivir con ilusión. Volveremos a vivir. Porque a estos soñadores nadie los entierra. Porque nuestro deber es imaginar, crear.

Hoy, mañana y siempre, soñaré, amigos, y os llevaré conmigo. Lo bueno está por llegar, lo juro por mi perra Nela. Poco a poco. Y, mientras tanto, ser felices es lo que merecemos.

Sus kiere, Er Yute de la Bahía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario